Datos personales

She believed in dreams, all right, but she also believed in doing something about them.

octubre 22, 2015

Por primera vez

Quiero que me dejes hablar las estupideces que hablo siempre sin cansarte, que me escuches aunque no te importe, y que me beses cuando me estoy riendo. Que no me saludes con un beso cada vez que nos vemos, porque esos besos son los que tienen sabor a costumbre; cuando lo hagas, quiero que  me beses con las mismas ganas del primer día, que me dejes tonta y temblando, parada en el medio de la calle; y después nos vayamos a cenar. 
Quiero que me escribas enojado desde la tribuna porque les empataron el partido, que se te pase a las dos horas, o que de repente enloquezcas con ese gol del 15 a último minuto. Acompañarte a la cancha, aunque sea de otro equipo, y que me abraces de gol como si fuera tu amigo. O que abraces a tu amigo y me dejes gritando sola un gol que no es mío. Que vengas a la cancha conmigo, que grites los goles de mi equipo, y  también que quieras que perdamos a veces. 
Quiero que planees toda la semana qué vamos a hacer el viernes, y quiero que a mitad de semana se te ocurra verme "ahora". Que acostarnos a ver una película que no nos gusta a ninguno de los dos siga siendo un buen plan, o, al menos, una buena excusa para estar tirados un rato.
Quiero que te rías cuando te cuento qué soñé, y que me abraces cuando me despierto asustada. Que te acuestes conmigo y que cuando te dé sueño te vayas de la cama porque dormir de a dos es incómodo; que me despiertes al rato porque no podés dormir y te vuelvas a acostar conmigo. 
Al otro día quiero levantarme para ir a tomar el tren, sin saber cuándo te voy a ver de nuevo. Irme cansada de verte, que casi no hablemos en la estación, pero irme extrañándote por las dudas. Empezar a darte besos de despedida aunque la pantalla marque que la próxima formación parte en 20 minutos. 
Quiero que sigamos estando lejos, morirme de ganas de verte y que se me pasen un rato antes de salir a encontrarte. Olvidarme del presentismo perfecto y dejar pasar uno o dos viernes sin verte, que me extrañes, que me escribas cuando no lo espero; quizás alguna noche cualquiera de la semana, para que me vaya a la cama pensando en que la próxima vez no dejo pasar tanto tiempo porque no me aguanto estar sin vos. Y la próxima vez dejarlo pasar de nuevo. 
No quiero que te quedes conmigo todo el tiempo.
Quiero que seas. Que no quieras verme porque vas a salir con amigos, que juegues al fútbol tres veces a la semana y que hablemos de eso como si fuesen partidos de Copa. Que te vayas de viaje y me alegre como si viajase yo, aunque por dentro muera de miedo de no saber qué va a pasar si te vas. Que un día te despiertes y quieras volar; o que volemos los dos. Que nos veamos y estés tan cansado que apenas te acuestes te duermas, y me quede despierta mirando al techo, pensando "¿qué carajos hago acá?". Que te olvides lo que te digo porque hablo 180 cosas por minuto, pero que siempre sepas cuándo es mi cumpleaños y que no me gusta la cerveza. Que dejes de contestarme los mensajes y al par de horas saltes con cualquier cosa. Que no me acostumbres. Que no te acostumbres.
Quiero estar con vos siempre, por primera vez.



julio 30, 2015

Y las ganas de volar

        "¿Quién soy?" es la pregunta que más veces debo haberme hecho en la vida. Hoy, buscando unos apuntes para la universidad, me di cuenta que soy tantas cosas que no sé si pudiera definirme.                Soy una lapicera celeste que una amiga me regaló en la secundaria para que use en los apuntes de Filosofía y Catequesis, porque, quién sabe por qué, no quería usar otro color para esas materias. Mil hojas y seis cuadernos con poesías escritas y tachadas, cada cual en un folio, ordenadas según se las fui llevando a mi profesor de Literatura del colegio.
        Soy una bolsita de cartón plateado que tengo guardada en un cajón de mi armario desde que cumplí 14, cuando el chico que me gustaba la usó para darme un regalo que no recuerdo qué era.        
        Unos cassettes viejos de Serrat que eran de mi mamá y escucho cuando estoy sola, porque me hacen llorar. También soy unos vestidos suyos que toda la vida guardé "hasta que me entren" y ahora no uso, y el juego de perlas que usó cuando se casó.
       Soy la alianza de matrimonio de mi nona y el anillo de compromiso que mi abuelo le dio a mi abuela cuando le propuso casamiento. Según mi papá, todos los gestos de un nono que no conocí, y una mezcla de formas e impulsos tomadas un poquito de cada quien en mi familia.  La remera que me regaló mi hermano más chico el 13 de abril del 2012, cuando rendí el primer parcial de la carrera, y los apuntes rosas y a lunares que tomé durante estos cuatro años.
       Soy las cartas que le escribí a mi ex cuando nos peleamos y nunca me animé a darle, algunas en tono amable y otras un poco más enojada, pero todas concluyentes en lo mismo: te quiero. También la foto de los dos que estaba arriba del piano, la que me dio cuando me fui de viaje, y los tantos meses de juntar valor para sacarla.
       Un Mickey que uso para dormir, y una remera vieja y desteñida; los VHS de películas de Disney que en casa no usamos desde el 2000 , pero que guardé "para cuando tenga hijos", y una canción española que mi abuelo me cantaba cuando chica. El piano que no uso, los tangos que escucho, la tonelada de libros que leí más de una vez, y un desorden de cosos, cosas y cositos que acumulo en el armario. 
       Soy fechas que no olvido, los amores en cada puerto, recuerdos de personas que no están, y todas esas cosas que nombré, que son parte de mí pero no son mías. Así que volví a guardarlas donde estaban. No encontré los apuntes que buscaba,  pero encontré la única cosa que es realmente mía, que me hace ser: 
      El sueño de irme a cada lugar en al mundo donde pueda encontrar todo eso que soy de a partes, de conocer cada pedazo de tierra que fue alguna vez parte de lo que amé: la España de mi nona, la Italia de mis abuelos, la Rusia de la película que más amé de chica, la Inglaterra de los cuentos de Dickens, y los lugares increíbles sobre los que leí durante estos años.
     Me di cuenta que, al fin y al cabo, soy sólo eso: las ganas de volar.

abril 25, 2015

No se vuelve del silencio

Creo que hubiera sido mejor pelear. Gritarte, que te enojes, darme vuelta y ponerme a dormir. Quizás al otro día el silencio no hubiera cortado como un vidrio roto.
Dije tantas cosas que no recuerdo con claridad... fue mucho tiempo de sentir cómo todo eso me ahogaba, me atormentaba, y pedía a gritos salir cada vez que te miraba a los ojos.
Porque siempre lo callé, y puede que ese haya sido mi mayor error: cada cosa que no dije se clavó en mí causando un dolor que jamás imaginé que podría sentir. El dolor de quererte y que no supieras cuánto, el de darte todo de mí sin saber si lo querías. El dolor de no tener derecho siquiera a que dolieras dentro mío.
Y grité. Grité en el tono de voz más suave que alguna vez emití. Con la ternura de quien intenta calmar a un niño dije las cosas más hirientes que pude pronunciar. No fue crueldad, me estaban matando.
Ahora, habiendo pasado tanto tiempo, no termino de entender. Cada palabra salía de mi boca como un disparo que no alcanzaba ni a rozarte.
Tengo grabado en la retina tu rostro sin expresión, y parece que aún escucho el tono gélido y casi burlón de tu voz que parecía sugerir que todo era mi culpa. Tu silencio se clavaba como cuchillos en la carne y me instaba a seguir gritándote mis males, cada vez más pausado y menos fuerte, intentando suavizar el efecto.
"¿A dónde van las palabras?" me hace eco en la cabeza, y me pregunto qué hay de cierto en todo eso que dice que flotan eternas, como prisioneras. Porque aún las escucho a veces. Más claras que antes, en un tono más dulce. Y más hirientes.
Hoy maldigo la noche en que tan cordialmente te pedí que te vayas de mi vida y, aunque "fue lo mejor para los dos", no me acostumbro a que tu vida corra tan ajena a la mía.
Yo por callar tanto tiempo, y vos por callar esa noche, somos dueños de un silencio que es posible me torture para siempre.

enero 17, 2015

Para cuando te hayas ido

Para cuando te hayas ido, cierra bien la puerta detrás de ti y deja las llaves del lado de adentro.
Los papeles que estaba ordenando sobre la mesa se volaron cuando abriste la ventana, no te molestes en recogerlos, luego los levanto. 
Quedaron algunas prendas de tu ropa sobre la cama que en estos días te envío, no quiero que las pases a buscar. Saca las fotos de los dos que pusiste por todos lados, y las quemas, o te las llevas o las guardas donde yo no sepa. No me gustaría encontrarlas algún día y que me tomen por sorpresa.
Corre el sofá que pusiste en la sala de estar, ese que oculta la mancha de humedad de la pared. Deberíamos haber pintado en vez de taparla, o eso creo. En fin, córrelo, que yo sola no puedo, y en algún momento tendré que pintar. 
En el cajón de mi mesa de luz están todas las cartas que escribiste, las que leías cada noche hasta que se rompió el foco del velador y dejaste de hacerlo. Nunca lo cambiaste, aunque por más oscuras que estén ahí adentro, y aunque no hayas vuelto a pronunciarlas, siguen siendo tus palabras y ya no me pertenecen. Puedes leérselas a alguien más si las quieres.
El sweater viejo que usaba para quedarme en casa también puedes llevártelo. Siempre te pareció simpático que me quedara pequeño, pero a decir verdad me es algo incómodo. No voy a usarlo ya, de todos modos, así que recuerda tomarlo; quedó sobre la silla del tocador. 
Puedes desamoblar la casa y dejarla tal como estaba antes de ti. Después de todo, la llenaste de cosas que no eran mías y que tarde o temprano sabía que ibas a quitar. De un momento a otro, lo que tenía, por poco que fuera, estaba desordenado y dispuesto en función de que tus cosas cupieran en la casa. Cuando te las lleves quedará tan vacía... es probable que la mancha en la pared desnuda se vea aún más grande. Volveré a acomodar todo con el tiempo para que se parezca a como era antes. Solía pensar que era grande para mí sola, aunque ahora que imagino cómo quedará cuando te vayas, supongo que no era para tanto. 
El amor que quedó dentro tampoco es mío, venía de prestado con los muebles que ya no usabas. Llévalo, no lo quiero.
Para cuando te hayas ido, cierra bien la puerta y deja las llaves del lado de adentro.