"¿Quién soy?" es la pregunta que más veces debo haberme hecho en la vida. Hoy, buscando unos apuntes para la universidad, me di cuenta que soy tantas cosas que no sé si pudiera definirme. Soy una lapicera celeste que una amiga me regaló en la secundaria para que use en los apuntes de Filosofía y Catequesis, porque, quién sabe por qué, no quería usar otro color para esas materias. Mil hojas y seis cuadernos con poesías escritas y tachadas, cada cual en un folio, ordenadas según se las fui llevando a mi profesor de Literatura del colegio.
Soy una bolsita de cartón plateado que tengo guardada en un cajón de mi armario desde que cumplí 14, cuando el chico que me gustaba la usó para darme un regalo que no recuerdo qué era.
Unos cassettes viejos de Serrat que eran de mi mamá y escucho cuando estoy sola, porque me hacen llorar. También soy unos vestidos suyos que toda la vida guardé "hasta que me entren" y ahora no uso, y el juego de perlas que usó cuando se casó.
Soy la alianza de matrimonio de mi nona y el anillo de compromiso que mi abuelo le dio a mi abuela cuando le propuso casamiento. Según mi papá, todos los gestos de un nono que no conocí, y una mezcla de formas e impulsos tomadas un poquito de cada quien en mi familia. La remera que me regaló mi hermano más chico el 13 de abril del 2012, cuando rendí el primer parcial de la carrera, y los apuntes rosas y a lunares que tomé durante estos cuatro años.
Soy las cartas que le escribí a mi ex cuando nos peleamos y nunca me animé a darle, algunas en tono amable y otras un poco más enojada, pero todas concluyentes en lo mismo: te quiero. También la foto de los dos que estaba arriba del piano, la que me dio cuando me fui de viaje, y los tantos meses de juntar valor para sacarla.
Un Mickey que uso para dormir, y una remera vieja y desteñida; los VHS de películas de Disney que en casa no usamos desde el 2000 , pero que guardé "para cuando tenga hijos", y una canción española que mi abuelo me cantaba cuando chica. El piano que no uso, los tangos que escucho, la tonelada de libros que leí más de una vez, y un desorden de cosos, cosas y cositos que acumulo en el armario.
El sueño de irme a cada lugar en al mundo donde pueda encontrar todo eso que soy de a partes, de conocer cada pedazo de tierra que fue alguna vez parte de lo que amé: la España de mi nona, la Italia de mis abuelos, la Rusia de la película que más amé de chica, la Inglaterra de los cuentos de Dickens, y los lugares increíbles sobre los que leí durante estos años.
Me di cuenta que, al fin y al cabo, soy sólo eso: las ganas de volar.
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